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¿Y si el problema eres tú ?

¿Y si el problema eres tú? (Advertencia: este post puede provocar introspecciones inesperadas)

Vale, ya sé que esta no es la frase más simpática del mundo. Es más, puede que la hayas leído y te haya salido una ceja como si estuvieras a punto de lanzar rayos por los ojos. Pero si sigues aquí, es porque algo dentro de ti sabe que esta pregunta pica… pero pica como esas cremas que escuecen un poco al principio pero luego curan. Y oye, si quieres que hable de un tema que te ronda la cabeza o el corazón, escríbelo en los comentarios. Que igual el próximo post lleva tu nombre y tu dilema incluido, y ya si eso te firmo un autógrafo emocional.

El drama que no está fuera, sino dentro

Vamos a dejarnos de rodeos. Hay una verdad incómoda que nos gusta esquivar más que a la factura de la luz: a veces el problema no es tu ex, ni tu jefe, ni Mercurio retrógrado. A veces eres tú. Sí, tú, con tus patrones, tus dramas reciclados y esa tendencia casi artística a tropezar con la misma piedra, pero esta vez con otro peinado.

Ignorar las señales: el deporte nacional

La vida te lanza señales, pero tú estás a lo tuyo. Como quien va conduciendo con el freno de mano puesto y se pregunta por qué el coche no tira. Que si todas tus relaciones acaban igual, que si en todos los trabajos te sientes infravalorad@, que si siempre hay alguien que te decepciona… Igual no es el universo conspirando contra ti. Igual eres tú el que lleva gafas empañadas y va por la vida sin ver las curvas.

Con garrafa de gasolina emocional

Vamos a ver. Si todo a tu alrededor está en llamas, igual no es que el mundo esté loco. Igual vas caminando con una cerilla en una mano y una garrafa de gasolina emocional en la otra. Pero no te das cuenta, claro, porque eso tú lo llamas «pasional», «intenso» o «sensible». Y está genial sentir, pero otra cosa es montar fuegos artificiales emocionales cada tres días.

Dejar de buscar culpables y empezar a buscar el interruptor

Ahora viene lo jugoso. El momento en el que dejas de buscar fuera al culpable y empiezas a mirar dentro. No para darte con el palo emocional, sino para hacerte cargo. Porque hacerse cargo no es autoflagelarse. Es dejar de quejarse y empezar a actuar. Es pasar del «ay, todo me pasa a mí» al «vale, esto es lo que hay… ¿qué puedo hacer yo con esto?». ¡Boom! Ahí empieza la verdadera magia.

Responsabilizarse no es lo mismo que culparse

Esto es importante. No estamos aquí para convertirnos en seres iluminados que se lo comen todo con patatas y sonrisa de yoga. No hace falta irse al Tíbet ni perdonar a quien te robó la bici en 2003. Solo hace falta que empieces a reconocer tu parte sin drama. Decir «esto es mío» sin que eso signifique «soy lo peor del mundo».

Lo de repetir patrones no es tan misterioso

¿Te suena eso de repetir siempre el mismo tipo de relación con distinta persona? Lo mismo con trabajos, amistades o incluso discusiones. Eso no es casualidad, es un patrón. Y los patrones, amiga, amigo, amigue… se rompen con conciencia. Con observación. Con un poco de autobrutalidad cariñosa, y con muchas ganas de dejar de liarla una y otra vez.

Lo bueno de ser el problema es que también eres la solución

Si el problema está fuera, poco puedes hacer. Pero si el problema está dentro… ¡Toma poder! Porque eso significa que también tienes la llave. Que puedes cambiar, que puedes elegir distinto. Que puedes dejar de pedir fuera lo que no te das dentro. Y eso, aunque al principio asuste, es liberador. Como quitarse un sujetador al llegar a casa. Placer absoluto.

El lenguaje con el que te hablas también importa

Mucho ojo con eso de «yo soy así». Porque muchas veces, ese «así» es una excusa con nombre de etiqueta. «Yo soy muy impulsiv@». Ya, pero ¿quieres seguir siéndolo? Porque igual ese «así» ya no te sirve. Igual necesitas una versión nueva de ti. Una actualizada. Como el software del móvil, pero sin reiniciar la vida entera.

Y ahora, una petición con carita de gato de Shrek 🥺

(sí, esa mirada que derrite hasta al más frío emocionalmente hablando).

Si has llegado hasta aquí, primero: enhorabuena, tienes un nivel de introspección que ya quisieran much@s. En serio, esto no es poca cosa. Hay quien ve venir el tema y huye más rápido que su ex cuando le hablas de compromiso. Pero tú no. Tú te has quedado. Has leído. Has sentido el pellizquito en el ego y aún así has seguido. Eso dice mucho. Muchísimo. Dice que estás en ese punto mágico entre “me duele, pero lo necesito” y “uf, esto me viene justito para crecer”.

Así que, ya que has llegado hasta el final del post, te pido algo sencillo pero poderoso: compártelo, comenta, hazle saber al algoritmo que esto te ha removido. Porque no solo me ayudas a mí a seguir creando contenido con humor, amor y verdad, sino que también ayudas a que este mensaje le llegue a alguien que quizás hoy, justo hoy, necesitaba escucharlo.

Y oye, igual tú no lo sabes, pero ese clic, ese compartir, ese “oye, lee este artículo que me ha hecho pensar”, puede ser el inicio de un gran cambio para alguien más. Y eso, amiga, amigo, o ser humano que se está currando su crecimiento, ya es un acto de amor.

¿Nos ayudas a hacer crecer esta comunidad de valientes emocionales con sentido del humor? 😌

Y ya para terminar: si el problema eres tú… ¡enhorabuena!

Porque eso significa que también eres la clave. Que no necesitas que el mundo cambie, sino cambiar tú la manera de relacionarte con él. Que puedes mirarte con más honestidad, con más humor, con más amor. Y que, aunque nadie te diera un manual de instrucciones, tú puedes escribir el tuyo. A tu manera. Con tachones, con renglones torcidos, pero con verdad.

Y eso, querido lector, querida lectora, querido ser humano emocionalmente complej@… eso sí que es un pedazo de superpoder.

Te leo en los comentarios.

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