Un retrato inquietantemente surrealista con expresiones faciales abstractas y espeluznantes.
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Deja de pelear con fantasmas

Deja de pelear con fantasmas: el arte de no complicarte la vida

¿Alguna vez te has pillado a ti mismo peleando en tu cabeza con alguien que ni sabe que estás cabreado? ¿Te has montado una película entera donde tú eres el héroe incomprendido, el mártir, el vengador solitario? Pues, amigo mío, bienvenido al club de los que se pelean con fantasmas. Hoy vamos a hablar de cómo dejar de batallar con enemigos que ni existen… y de paso, vivir un poco más tranquilo, que falta nos hace.

¿Qué son los fantasmas emocionales?

No, no hablamos de los de sábana blanca y cadenas. Hablamos de esos pensamientos tóxicos que nos invaden y nos ponen a pelear con situaciones que aún no han pasado… o que pasaron hace siglos, pero que tú sigues arrastrando como si fuera el bolso de Mary Poppins: nunca se vacía.

Los fantasmas emocionales son esas discusiones imaginarias que tenemos en la ducha, en el coche, mientras cocinas o justo antes de dormir (porque claro, ¿qué mejor momento para enfadarte que a las dos de la mañana?).

Ejemplos clásicos de pelea fantasmagórica:

  • Discutir mentalmente con tu jefe porque “la próxima vez no me voy a callar”.
  • Ensayar un discurso épico para tu ex, que casualmente nunca vas a pronunciar.
  • Enfurecerte con alguien porque seguro que te va a fallar… aunque todavía no haya hecho nada.

Vamos, que somos unos auténticos guionistas de Netflix… pero sin cobrar.

¿Por qué nos peleamos con fantasmas?

Porque somos seres dramáticamente creativos

Sí, te lo digo con amor: somos unas verdaderas máquinas de montar culebrones. Nuestro cerebro odia la incertidumbre, así que se inventa películas para sentir que controla algo. Spoiler: no controlas nada.

Porque cargar dramas nos hace sentir importantes

¡Qué bonito es sufrir! Parece que cuanto más dolidos estamos, más razón tenemos. Y así nos pasamos media vida, cargando mochilas emocionales que pesan más que una mudanza en agosto.

Porque no sabemos gestionar nuestras emociones

Hablemos claro: si nunca te enseñaron a regular la frustración, la tristeza o la ira, es normal que te pelees con fantasmas. Mejor montar una discusión interna que sentarte a sentir lo incómodo que es estar vulnerable, ¿verdad? (guiño, guiño).

El precio de luchar batallas invisibles

La factura emocional que no ves pero pagas

Pelear con fantasmas no sale gratis, aunque no lo veas en tu cuenta del banco. Cada discusión mental roba energía, alegría y te deja más cansado que un lunes sin café.

¿Te suena estar físicamente bien pero emocionalmente agotado? Pues probablemente hayas pasado horas discutiendo con tu suegra imaginaria o defendiendo tu honor ante un amigo que ni te ha mencionado.

El círculo vicioso de la paranoia

Cuanto más luchas con tus fantasmas, más reales parecen. Y cuanto más reales parecen, más luchas. Es como intentar apagar un fuego echándole gasolina… pero con mucha dignidad, eso sí.

Las relaciones reales sufren

Mientras estás ocupado peleando con lo que podría pasar o lo que pasó hace tres años, te pierdes lo que sí está pasando ahora. Tu pareja, tus hijos, tus amigos… todos ellos te ven pero tú estás ausente, luchando batallas medievales en tu mente.

Cómo dejar de pelear con fantasmas (sin necesidad de exorcismos)

Reconoce al fantasma en cuanto aparezca

Lo primero es pillar al fantasma con las manos en la masa. Esa discusión mental, ese reproche interno, ese drama épico… ¡zas! Date cuenta de que estás cayendo otra vez en la trampa.

Tip rápido:

Si estás teniendo una conversación con alguien que no está delante… Houston, tenemos un fantasma.

Ponte en modo “testigo” (sin disfrazarte de Sherlock Holmes)

No hace falta que te conviertas en detective. Solo observa tus pensamientos como si vieras pasar nubes en el cielo. “Mira qué interesante, estoy planeando decapitar mentalmente a mi jefe… curioso”. Sin juzgarte. Sin montarte otra película sobre la película.

Pregúntate: “¿Esto está pasando ahora?”

Aquí viene la pregunta mágica, que no te va a vender ningún gurú en Instagram (porque claro, da menos likes):

¿Lo que estoy pensando está ocurriendo ahora mismo, aquí y ahora?

Si la respuesta es no, suelta el machete, guarda la armadura y vuelve a tu presente, campeón.

Elige tu batalla (spoiler: casi ninguna merece la pena)

La vida es corta, y la energía limitada. No todas las guerras merecen ser libradas. Mucho menos las que solo existen en tu cabeza.

Aprende a pasar olímpicamente

A veces la verdadera madurez emocional no es tener respuestas perfectas, sino simplemente pasar de largo como quien esquiva una caca de perro en la acera.

Ni enfadarte. Ni analizar. Ni dramatizar. Solo pasar.

No des la vida por batallas que no existen

Dejar de pelear con fantasmas no es algo que pasa de la noche a la mañana (ojalá). Es un entrenamiento diario. Un arte, casi una filosofía de vida.

Cada vez que elijas soltar una pelea imaginaria, estás eligiendo estar más presente, más tranquilo y, lo siento, pero también más maduro (sí, eso que suena tan poco sexy pero que en el fondo mola un montón).

Así que la próxima vez que te descubras ensayando discursos vengativos en tu cabeza, hazme un favor: ríete de ti mismo. Ponte una banda sonora épica en tu mente (tipo “Misión Imposible”) y suelta la espada.

No eres un caballero andante. No necesitas salvar tu honor. Solo necesitas estar aquí, ahora, viviendo de verdad… y peleando solo cuando sea estrictamente necesario (como cuando alguien se come tu última croqueta, ahí sí que no hay perdón).

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