Te ven cuando te rompes, pero no cuando te reconstruyes. Qué curioso, ¿no?
Cuando un árbol cae, todos lo oyen. Pero cuando crece… nadie.
Bonito. Profundo. Filosófico. Casi poético. Y también, bastante crudo.
Porque si algo refleja esta frase, es la absurda tendencia humana a fijarse solo cuando hay ruido, drama o espectáculo. Vamos, como cuando ves que alguien publica en redes que está fatal y enseguida le caen cien mensajes. Pero cuando lleva meses trabajando en silencio, mejorando su vida, sanando, evolucionando… silencio sepulcral. Casi como si te hubieras ido a vivir a una cueva con wifi intermitente.
Esta frase, que por cierto tiene orígenes orientales (cómo no, ellos siempre poniéndose profundos), se ha interpretado de muchas formas. Algunos dicen que es budista, otros la atribuyen a pensadores taoístas. Da igual, el caso es que nos viene de lujo para hablar de crecimiento personal, ese que tú haces cada día aunque nadie lo vea. Y sí, también sirve para darte una collejita amorosa si te desesperas porque nadie aplaude tus avances.
Porque vamos a decirlo claro: el drama vende. El crecimiento personal, no tanto.
Cuando un árbol se desploma en medio del bosque, hasta el ciervo más despistado pega un salto. ¡Hace ruido, impresiona, interrumpe el paisaje! Pero cuando ese mismo árbol está creciendo, echando raíces, empujando la tierra centímetro a centímetro, sin espectáculo, sin gritos… no se escucha nada. Y lo mismo nos pasa a nosotros.
Cuando la vida te da una galleta (de las que no tienen chocolate, sino bofetadas emocionales), todo el mundo se entera. De repente tienes audiencia, consejos no pedidos, y la tía del pueblo que no sabías que te seguía en Instagram te escribe para decirte que “ella ya lo veía venir”. Pero cuando estás levantándote, cuando decides ir a un Coach, cambiar de trabajo, empezar a decir que no, o simplemente dejar de comerte la cabeza… pues eso. Silencio administrativo. Como si no estuviera pasando nada.
¿Y sabes qué? Que eso está bien.
Porque el verdadero crecimiento no hace ruido. El crecimiento de verdad se nota después. Cuando un día te pasa algo que antes te habría hundido, y te das cuenta de que ahora solo te encoges de hombros y sigues con tu día. Cuando alguien te critica y ya no te pasas tres días rumiando la frase como si fuera un chicle amargo. Cuando empiezas a gustarte más, aunque nadie te lo diga. Ahí está el verdadero sonido del crecimiento: no en lo que oyes, sino en lo que sientes.
Ahora bien, no te voy a mentir. Hay días en los que te gustaría que tu crecimiento tuviera efectos especiales, música épica de fondo, y una ovación de fondo como en los concursos de talentos. Pero no. A veces te toca aplaudirte tú, y a veces ni eso porque estás demasiado ocupado sobreviviendo al lunes.
La gran lección de la vida
Y aquí es donde entra la gran lección que este árbol zen nos quiere dar: deja de buscar validación externa. Porque si creces esperando que te aplaudan, estás perdido. Sí, así de claro. Creces porque lo necesitas, porque lo mereces, porque estás harto de repetir patrones que no te llevan a ningún sitio. Y eso es más que suficiente.
Pero ojo, esto no significa que no celebremos los logros. ¡Por favor! Celebra cada mini paso. Cada vez que elegiste no responder con sarcasmo (aunque te morías de ganas), cada vez que priorizaste tu bienestar, cada vez que te fuiste a la cama sin sentirte culpable por no haber hecho “nada productivo”. Eso, mi querido ser en crecimiento, también es avanzar.
Y si un día tienes una recaída, no pasa nada. Recuerda que incluso los árboles más fuertes pierden hojas de vez en cuando. Pero siguen creciendo. En silencio, sí. Pero creciendo.
Así que la próxima vez que sientas que nadie ve lo que estás haciendo, recuerda esto: tú tampoco oyes cómo crece el árbol… pero ahí está. Firme. Vivo. Haciendo su magia interna sin necesidad de fuegos artificiales. Igualito que tú.
Y si te ha gustado este pequeño paseo entre árboles y reflexiones, compártelo con alguien que necesite un recordatorio de que lo está haciendo bien, aunque no se escuche ningún aplauso. Y si te apetece más dosis de humor, filosofía de la buena y un toque de coaching con alma (y algo de sarcasmo), pásate por aquí más a menudo. Que en este bosque siempre hay sitio para más árboles creciendo en silencio.